viernes, 4 de diciembre de 2009

Artículo de opinión. (A ver si no me cuesta un disgusto)


Buitres. Este es un país de buitres. En tiempos en los que familias enteras se las ven y se las desean para llegar a fin de mes, hay ciertos buitres que se dedican a pedir más y más dinero del que ya tienen. A principios de esta semana, unos cuantos… ¿músicos? se reunieron frente al Ministerio de Industria, Comercio y Turismo en Madrid, pidiendo al correspondiente ministro, Miguel Sebastián, que se protejan sus derechos ante las numerosas descargas ilegales que sufren sus trabajos.

Hasta ahí bien, descargar música de forma ilegal es un delito, y como tal debe ser castigado. Pero desde el principio el asunto destila cierto tufillo a mierda, pues, para empezar, aunque dicen que la música es cultura, ellos de entrada se reúnen frente al Ministerio de Industria, y no frente al de su bienamada «Cultura». Eso ya toca la moral un poco, pero sigamos. Allí estaban la flor y nata de la música patria (Rosario Flores, Antonio Carmona, Chenoa, David de María, y un largo etcétera) con 2.000 firmas para entregar al ministro, que les recibió gustoso (y no como a los internautas que protestaban con 275.000 firmas, días antes, por la nueva ley de Economía Sostenible y su apartado sobre las restricciones en el uso de Internet). Una de las «protestantes», Rosario Flores, dice, muy indignada y encendida, por cierto, que se están muriendo de hambre, por culpa de las descargas ilegales. ¡Y la amiga lo dice con un abrigo puesto que cuesta más de lo que yo he ganado en toda mi vida! Si tu dieta, amiga Rosario, se basa exclusivamente en caviar y Moët & Chandon, a lo mejor es verdad que no te llega, aunque del todo no me lo creo. Si lo que me estás diciendo es que no te llega para un yate nuevo, o que no puedes comprarte tu duodécimo palacete en la playita para cambiar de lugar de veraneo este año, vale, de acuerdo, me lo creo. Pero morirse de hambre se mueren los africanos que viven en condiciones tercermundistas, los niños de las favelas de Brasil, los refugiados del Sahara Occidental, y un largo etcétera de gente en la que no puedes incluirte con ese abrigo que ya he nombrado o con las gafas de sol detrás de las que te escondías porque serías incapaz de mirar a nadie a la cara mientras decías que te morías de hambre, ¡hija de puta!

La música es un negocio, eso está claro como el agua, y yo estoy de acuerdo totalmente con que pagar hay que pagarla, que los músicos profesionales viven de eso y que ofrecen un producto como cualquier otro, pero no deis lástima, no apeléis a cosas que no son ciertas, y por favor, ¡ni se os ocurra repetir que os morís de hambre!

La SGAE y sus perros (¿o eran buitres?) a la carga de nuevo, por si no les vale con el canon digital de los cojones, con robar parte del dinero que reciben los niñitos enfermos por los cuales se organizan conciertos benéficos, o por pedirles cuentas a los pueblos cuando ponen La Macarena en la verbena. Ahí os dejo eso sobre los musiquitos que tanto triunfan y tanto os gustan. Y si no vuelvo a escribir por aquí, es que estoy pagándole a Rosario Flores sus vacaciones en Miami.

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